domingo, 3 de octubre de 2010

ORGULLOSAMENTE HUMILDE

He tenido la oportunidad de encontrarme con personas que ellas mismas se vanaglorian por lo que ellos se creen, por lo que han alcanzado, por el lugar donde actualmente se encuentran, están humildemente orgullosos de estar donde están. Lo grandioso es que también se hacen llamar cristianos y algunos hasta líderes, de los mejores, dicen ser.

Uno de los principios que fortalece el liderazgo es la humildad. Me sorprendió cuando leí en un libro de John Haggai[1] que la humildad o mansedumbre, es el estado de ánimo del amor. Es la actitud que prevalece en el amor en el espíritu y en la disposición.

Cuanta falta hace este principio hoy en día en algunos de nuestros líderes cristianos, porque si fuéramos humildes tuviéramos la capacidad de poder ser libres del orgullo y de la arrogancia. Nos podríamos someter a otros, les ayudaríamos y podríamos ser corteses. No nos consideraríamos autosuficientes. Y podríamos reconocer que todo lo que obtenemos es por pura gracia y misericordia del Eterno.

Tengo que confesar que en esos “algunos” me tengo que incluir, porque he estado bien lejano de ser humilde. Obviamente nos encontramos en la escuela del Señor y El esta trabajando en pulirnos esta área.

La persona humilde no se ofende, ni trata de vengarse, pone la otra mejilla; esta dispuesta a ocupar un lugar mas bajo del que merecemos; callar por algún merito otorgado o no; soporta los desprecios e insultos, falsas acusaciones. El mayor ejemplo de humildad lo encontramos en Jesucristo.

Jesucristo le da vida, vitalidad y gloria al término de humildad. A través de sus enseñanzas y ejemplo nos muestra la humildad. Nunca busco los primeros asientos; no pidió el mejor hotel; no dijo que menú quería que le sirvieran; no pidió que le entregaran la llave de la ciudad, ni dijo que era amigo del presidente; no pidió una cuadrilla de escoltas para que lo protegieran en sus visitas. Jesucristo llego a los suyos en humildad.

Porque nos cuesta a nosotros imitar su ejemplo. Tuve la oportunidad de ver como algunos de nuestros líderes cristianos se pelearon hasta por una silla. Vi el desprecio por la comida que un empresario ofreció por la visita de uno de esos showman de la televisión. Me indigna ver como algunos “grandes” líderes mandan a apartar los primeros asientos y si no les sientan en las primeras filas o las mejores mesas no se quedan a las reuniones. Muy buena muestra de humildad nos dan estos. Hasta tienen el descaro de decir que son imitadores de Jesús, algunos ya ni discípulos dicen ser, sino, amigos de Jesús.


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[1] John Haggai, Liderazgo que perdura en un mundo que cambia, pág. 77.

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