En una de esas mega iglesias, tuve la experiencia de descubrir actitudes de liderazgo que no sabia que tenia, ya que siempre pensé que era tímido y pensaba que me costaba relacionarme con otras personas, pero resulta que logre destacar como líder y de paso ser de los que se jactaba en pensar que todo lo que realizaba sobrepasaba las ideas de otros, creía que todo lo que hacia era espectacular.
Sabía que había ganado el respeto del liderazgo de ese entonces y que había logrado sobresalir de entre los miembros de la congregación y que nadie tenia mejores ideas que yo, llegando al punto que sin mi no funcionaban con excelencia las cosas.
Si alguien inventaba un proceso yo lo mejoraba, pero nadie podía mejorar ni opinar sobre los procesos o actividades que a mí se me ocurrían.
Me encantaba que me dieran las gracias, que me felicitaran por las cosas que realizaba. Aunque humildemente decía que no me gustaba que me felicitaran en público, y ni aparecer en la foto deseaba. Pero me molestaba si no me felicitaban.
Pero en ese caminar de volverse popular por los proyectos o actividades trascendentales que se pudieron desarrollar, desechamos gente que no lograba llevar el paso que llevábamos. Humillamos personas que querían sobresalir. Todo con la finalidad de educarles en su formación de liderazgo.
Logramos formar un grupo de líderes inseparables al cual nadie podía entrar al menos que fuera por consentimiento de todos. El grupo al que muchos querían pertenecer, pero que nadie podía entrar. Un grupo que salían juntos a campamentos, que tenía su propia escuela de aprendizaje de la palabra, de oración, de comunión. En teoría un grupo bien fortalecido en la amistad, hermandad y compañerismo.
Si me preguntan si se donde están y como están, la respuesta es no, a Dios le plujo moverlos a otras iglesias; pero al final eso no es relevante. Lo importante es lo que Dios quería hacer en ese lugar.
Un día, de esas experiencias religiosas que uno tiene, de esas que no se puede explicar que fue lo que paso; peor si le queremos buscar una respuesta teológica. Amanecí con un nuevo enfoque en la manera de ejercer el liderazgo, amanecí arrepentido de la forma en que habíamos manejado el liderazgo.
Entonces empecé a formar nuevos líderes a tratar que se desarrollaran nuevos servidores. Empezamos a formar equipos hacia un objetivo con un mismo fin.
Empezamos a desarrollar un nuevo modelo de liderazgo, claro, no inventamos la rueda, nos capacitamos en el tema. Se inicio una nueva etapa, donde me rodeaba de gente que se destacaba en su área. Con los que se pudo, porque hay algunos con los que no se puede, se trato de activarles y desarrollarles su capacidad de liderazgo.
Al final las felicitaciones ya no eran individuales, sino para un equipo, pero un equipo más humano. Un equipo realizando su servicio ministerial.
En ese proceso, tuvimos que superar la tentación de la vanagloria, del heroísmo individual, del egoísmo, pidiendo perdón por los errores cometidos y trabajando en beneficio del equipo y en salud de la iglesia.
Es bueno asumir los errores y pedir perdón en publico por estos, pero trabajando por construir un mejor bienestar de la comunidad llamada iglesia.
Por eso me da tristeza ver como todavía existe gente que no se puede manejar en el liderazgo, no aceptan consejos, creen que son los inventores de la línea azul de la bacinica, y lo único que hacen es copiar proyectos ya establecidos por otros, diciendo que son de iluminación propia.
Oro al Eterno para que tenga misericordia de ellos y los haga entrar en razón.
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